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martes, 16 de diciembre de 2025

LO BUENO Y BREVE, DOS VECES BUENO.

Lo bueno y breve, dos veces bueno.

En el canario cantor español, el canto no es un ejercicio de acumulación, sino un acto de expresión. No se trata de llenar el aire de sonidos, sino de dar sentido a cada ritmo discontinuo. Cuando olvidamos esto, comenzamos a confundir cantidad con calidad, y el canto pierde su razón de ser.

La no educación parte de una idea simple, aunque no siempre comprendida: el canto no debe ser fabricado. El criador no moldea, no corrige, no dirige; observa, escucha y selecciona. Deja que el canario diga lo que es, no lo que nosotros queremos que sea. Y en esa libertad aparece, casi siempre, la verdad del canto, del buen canto discontinuo.

Por eso, lo bueno y breve adquiere un valor profundo. Un canto compuesto solo por ritmos discontinuos, aunque sean pocos, pero claros y reconocibles, permite que cada uno exista por sí mismo. La pausa, la discontinuidad, no es vacío: es espacio. En el cantor español, sin silencio, sin pausa, no hay forma: solo ruido.

Cuando en el cantor español, el canto se vuelve semicontinuo, cuando los ritmos se encadenan sin pausa, el sonido se impone al sentido. Se canta mucho, pero se dice poco. La semicontinuidad excesiva no enriquece; uniforma. Y lo uniforme debería  terminar siendo invisible al oído, por abundante que sea.

El canario cantor español no necesita cantar sin parar para ser escuchado. Su valor está en la mesura, en la contención, en esa capacidad de detenerse y volver a empezar, y si empieza y combina de múltiples formas, mejor que mejor. Poco y bueno no es una renuncia, es una elección. Es comprender que la esencia del canto no está en la cantidad de ritmos, sino en la calidad de su expresión.

En definitiva, en el cantor español, el buen canto no se fuerza ni se enseña: se permite. Y cuando se permite, suele ser discontinuo, breve, combinado, y claro. Por eso, en el cantor español, lo bueno y breve no solo es dos veces bueno; es, sencillamente, verdadero: es la única opción posible.

El debate entre educación y no educación en el cantor español no es, en el fondo, aunque lo es,  un debate sobre métodos, sino sobre la concepción del canto: sobre qué entendemos por cantar bien y, más aún, sobre qué lugar ocupa el criador dentro de ese proceso.

Educar es intervenir. No educar es permitir. Cuando educamos, intentamos conducir el canto hacia una idea previa; cuando no educamos, dejamos que el canto revele lo que el ave es capaz de expresar por sí misma.

Desde esta perspectiva, lo bueno y breve, dos veces bueno deja de ser un simple aforismo para convertirse en un criterio de valoración. Un cantor español que emite pocos ritmos discontinuos, claros y bien definidos, no está limitado: está estructurado. El silencio que separa los ritmos no empobrece el canto; lo ordena. Le da sentido.

La semicontinuidad tiende, casi de forma inevitable, a encadenar sonidos, a llenar espacios, a evitar el vacío. El resultado suele ser un canto más abundante que el plenamente discontinuo, aparentemente rico, pero muchas veces uniforme y redundante. Se escucha mucho, pero se distingue poco.

La no educación, en cambio, acepta la pausa. Acepta que el canto no tiene por qué ser constante para ser valioso. Poco y bueno,  no es una carencia, es una manifestación de equilibrio. Cada giro existe, se reconoce y se valora.

El problema no es que el canario cante mucho o poco. El problema surge cuando el canto deja de ser expresión para convertirse en repetición, cuando el sonido se impone a la forma.

Porque, al final, lo bueno y breve no solo es dos veces bueno, es muchas veces, la única manera de que el canto del canario cantor español,  siga siendo canto.

2025. Pedro Mata.